13 oct 2008

La hierba de Spikenard

Un yuyo que sabe amargo y después de un rato me da escalofríos. Lo sigo consumiendo? No queda otra. Todos se apegan a hierbas y bombillas, que de una u otra manera terminan por convertirse en portadoras de enfermedades o simples adicciones.
Fue el caso del señor Spikenard, que salió demasiado temprano a investigar y se encontró con los indios que todavía no habían terminado de empacar sus petates. Ellos fueron amables pero el señor, como era muy mal aprendido, les sacó sus últimas migajas de pan, se las comió y después les pidió explicaciones de las hierbas que traían enmarañadas en el pelo. Nadie pensó que podían ser venenosas? No, como siempre, nadie piensa mal de las hierbas. Se prueban, se huelen una vez encendido el fuego y luego de varias horas podemos reconocernos capaces de juzgar las intenciones de ella. En general, y esto lo digo con conocimiento de causa, la hierba sea cual sea, se la prejuzga, pero nunca o mejor dicho en casi ningún caso, ni las yerbas ni las hierbas son maldecidas luego de su ingesta o inhalación.
Hoy, las hierbas más inaceptablemente alucinógenas, denominadas Hierbas de Spikenard, son de altísima cotización y su consumo queda bajo la exclusiva responsabilidad de Dios.